Media vaca

 Un día de Home Office voy a la Biblioteca Vasconcelos a trabajar y a escribir lo que creo que será mi segunda novela. El internet anda lento y estoy trabajando para ganar un proyecto muy grande en Japón y no puedo perder tiempo así que decido volver a mi casa, resignado. Paso antes por Walmart Buenavista y me dejan entrar con mochila porque tengo la computadora. Recorro el supermercado y voy poniendo en el carro variedad de verduras y semillas y quesos y productos de limpieza y bandejas con carne y galletas. Estoy aburrido. Me aburre caminar por los pasillos y me aburre pensar que tengo que seguir trabajando toda la tarde cuando en realidad quisiera coger y fumar porro. Miro lo que dejé en el carrito y pienso en lo fácil que sería guardarme algo en la mochila. La abro disimuladamente y meto las bandejas con carne. Me gusta cómo me pone la situación, me hace sentir adrenalina. Camino hasta una caja, hago fila, pago, guardo las cosas que pago en dos bolsas de tela, voy al baño, me encierro en un cubículo, saco las bandejas con carne de mi mochila y las guardo en una de las bolsas de tela y tiro el ticket a la basura. Me acerco a la puerta de salida y me para una persona de seguridad. Me pide ver el ticket de compra. Le digo que lo tiré en el baño, le digo que no sabía que lo necesitaba para salir. Me dice que por favor le enseñe lo que tengo en la mochila. Intento verme relajado y la abro casualmente y le muestro mi computadora, mi cuaderno y mis libros. Le pregunto si me puedo ir, le digo que estoy cansado. Me pregunta qué compré y le digo que si quiere puedo enseñarle lo que hay en las bolsas y me dice que sí. Primero le muestro la que tiene las verduras y las semillas y los quesos y después la que tiene los productos de limpieza y las galletas y la carne. Me pregunta qué es eso, señalándome las bandejas con carne. Le digo que es carne. Lo miro confundido. Me pregunta si la compré en el supermercado. Le digo que sí. Me dice que uno de los repositores me vio guardando las bandejas en mi mochila. Me dice que me van a detener. Me pide que por favor lo acompañe hasta una de las cajas, que está vacía. Me mareo un poco y tengo la sensación de que estoy en un sueño, de que este tipo de cosas no deberían pasar en la vida real. Me apoyo en la cinta transportadora de la caja. El de seguridad me dice que va a llamar a la policía para que me lleven al Ministerio Público y me armen un sumario, me dice que lo tiene que hacer por protocolo. Me pregunta si ya robé alguna vez y le digo que no. Me dice que por ser la primera vez y por ser delito menor solamente voy a pasar una noche encerrado. Le digo que me da pena la situación. Le digo que estoy avergonzado. Viene otra persona del supermercado y mira la bolsa y suma el monto y me dice que son casi 600 MXN. Pasa las bandejas con carne a una bolsa de plástico transparente. Me pregunta por qué estoy robando, me dice que estoy muy güero para eso. Le digo que no tengo dinero, que me lo llevaba por necesidad. Me doy cuenta que no me cree. Me doy cuenta que no sirve mentir. No puedo mentir, no puedo pensar, pasan muchas cosas en mi cabeza y no puedo concentrarme en ninguna. Le pregunto si se puede arreglar el asunto de alguna otra forma, si puedo conseguir el dinero y pagarlo. Me dice que no. Una persona pasa por ahí con unas prendas de ropa y me pregunta si lo puedo ayudar con los precios, piensa que trabajo en el supermercado, piensa que soy cajero. Me río, el de seguridad y la del supermercado se ríen y le dicen que tiene que ir a otra caja. Llegan los policías, un hombre y una mujer, y me saludan de lejos pero yo les acerco mi mano para verme respetuoso y me la aprietan incómodamente. Me hacen algunas preguntas, me piden mis datos y me leen mis derechos. Me dicen que tenemos que esperar el patrullero para ir hasta el Ministerio Público. Me dicen que no debería haber hecho esta estupidez y que tienen que cumplir con su trabajo. Cuando llega el patrullero me preguntan si prefiero que me lleven del hombro o encadenado y les digo que del hombro. Salimos del supermercado y me suben al patrullero, me agarran de la cabeza para que no me golpee. El espacio en el auto es reducido. Es un auto pequeño. Voy escoltado de ambos lados por los dos policías y otro policía conduce y otra va en el asiento del acompañante. La del asiento de adelante tiene la bolsa con carne, dice que está pesada. Por intercomunicador le preguntan cuántos ítems son y dice cinco. Hacemos dos cuadras y bajamos en el Ministerio Público. Entramos y me hacen pasar a un cuartito. Me dan unos papeles con mis derechos para que los lea y los firme. Le escribo a Alonso para decirle que no voy a poder cenar con él y me contesta decepcionado y le explico lo que pasó. Me doy cuenta que hay otra persona ahí, me mira atenta y me pone nervioso. Me pregunta qué hice y antes de escuchar mi respuesta me dice que él se quiso robar un perfume de un Sanborns. Me dice que robar de Sanborns es muy difícil, que ya lo agarraron varias veces, pero que sigue intentando porque quiere lograrlo y porque es perseverante. Me pregunta si tengo comida y de la bolsa que tiene los productos de limpieza y las galletas saco un paquete de salmas de maíz azul y se lo doy. Abro otro para mí. Un policía hace entrar a otra persona. Es un hombre alto que se ve muy drogado. Se sienta en el piso y nos pregunta quién nos dio las salmas de maíz azul y el del perfume me señala y le doy un paquete. Nos dice que lo detuvieron por estar fumando porro o piedra, no le entiendo muy bien, y que además le metieron dos tachas en el bolsillo para incriminarlo. Un policía hace entrar a una chica y se sienta al lado mío. El drogado me dice que sea caballero y le dé un paquete de salmas de maíz azul. Comemos los cuatro en silencio. Un policía entra para ver que estemos bien y le pregunto si puedo usar mi computadora y me dice que sí. Aprovecho para compartirme internet desde el celular y trabajar un poco y para escribir esto. Un policía entra y me dice que tengo que pasar a ver a un médico, que tiene que revisarme para dejar sentado que no me maltrataron en el camino hasta acá. Voy al consultorio y el médico me pregunta si quiere que me revise y me dice que tengo la opción de decir que no. Le digo que no y vuelvo al cuartito. Alonso me escribe diciendo que no lo puede creer. Me pregunta si es en serio. Un policía entra y me dice que ya tengo que bajar a las galeras. Me dice que todas mis pertenencias, menos mi mochila que es prueba del delito, van a ser guardadas hasta que se emita la sentencia. Me deja anotar el número de Alonso en un papel para hacer mi llamada autorizada desde el teléfono fijo. Le pregunto si puedo hacer una llamada desde mi celular y me dice que sí, pero que rápido. Llamo a Alonso y le pregunto si puede pasar a buscar mis cosas, le digo que si no puede no es necesario. Le digo que me apena pedirle eso. Le digo que lo quiero. Me olvido de decirle en dónde estoy. Bajo a las galeras con el policía. Antes de entrar me hace sacarle los cordones a mis tenis y ponerlos en una bolsa. También me pide que me saque los calcetines, me dice que es para que no intente ahorcarme. Abre unas rejas y me hace pasar a la sección de las galeras y cierra las rejas detrás mío. Otro policía me hace declarar mis objetos de valor: celular, computadora y efectivo. Guarda todo, incluidas las compras del supermercado, en un cajón, y me hace pasar a una de las celdas, que es de tres por cuatro metros y tiene dos estructuras de cemento que salen de las paredes y sirven de camas. Hay una persona en cada cama y una en el piso acostada sobre unos cartones. Me siento en una esquina y el policía cierra la puerta detrás mío. La pared en la que está la puerta y la puerta son de plástico transparente, se puede ver el pasillo y a los policías viendo la tele. La puerta tiene algunos agujeros para que circule el aire. Además de las camas, hay un inodoro que tiene un lavabo por encima. Hay varias cosas escritas en las paredes o quemadas en el techo. Hay cucarachas y envoltorios de comida. Cierro los ojos e intento meditar y dormir un poco. A los pocos minutos abren la puerta y entra el del perfume. Se sienta al lado mío y me cuenta su vida. Me cuenta que roba porque es adicto a la piedra. Me dice que empezó a fumar a los trece años porque unos chicos más grandes de su colonia prendieron una pipa y se la metieron en la boca. Me dice que desde ahí no pudo parar. Me cuenta sobre los robos de los últimos meses. Me dice que siempre que lo agarran es en Sanborns. Me habla de su compañero de robos, su compa, me dice que tienen un cuarto en un hotel de mala muerte en donde duermen y guardan sus cosas. Me dice que roban unos 240,000 MXN al año. Un policía abre la puerta y despierta a los tres que están durmiendo y nos hace salir a formarnos para que nos de nuestra comida. Cada uno puede agarrar dos cuernos rellenos y una naranja y un Boing de uva. Volvemos a la celda y comemos en silencio. Un policía hace entrar al drogado, que está a los gritos. Después a otra persona. El de los perfumes me pregunta por qué estoy ahí y le digo que no tengo ganas de hablar, que me disculpe. Me pregunta si es mi primera vez y le digo que sí. El último en entrar me pregunta si yo soy el de la carne y le digo que sí. Le dice a los otros que me robé muchísimas bandejas con carne de Walmart Buenavista. Me pone de apodo “El media vaca”. Después nos dice que tiene cigarrillos y nos convida. Los parte por la mitad y prende de a una mitad porque, según él, así rinden más. Me explica que tenemos que fumar disimuladamente, que en realidad no se puede fumar ahí adentro pero que si uno es disimulado y respetuoso no le dicen nada. El del perfume me pregunta si ya vino alguien a buscar mis cosas, me dice que tengo una buena computadora y que si me tienen que trasladar a otro lugar ya no me la van a devolver, me dice que los policías se quedan con todo. Me dice que si me mandan al reclusorio las voy a perder. Le digo que no creo ir al reclusorio, le cuento que me dijeron que solamente voy a pasar una noche ahí y me explica que el lapso que tiene la justicia para tomar una decisión sobre qué hacer conmigo es de cuarenta y ocho horas. Golpeo la pared de plástico y le digo a uno de los policías que quiero hacer mi llamada. Salgo de la galera y me dan el teléfono fijo, pero como tengo que llamar a un celular me dicen que no voy a poder. Les suplico hasta que me dan mi celular y llamo a Alonso y le digo dónde queda el Ministerio Público. Después dejo mi celular y me hacen volver a la galera y medito e intento dormir acostado en el piso. Me despiertan para decirme que tengo visita. Salgo y veo a Alonso y le pido perdón por la situación y le agradezco mucho que esté ahí buscando mis cosas sabiendo que no tiene por qué hacerlo. Me dice que no hay problema. Me sonríe un poco y me dice que sabe que estoy dejando de fumar pero que se imaginó que un paquete de cigarrillos me iba a ayudar a ser popular con mis compañeros y me lo da a escondidas. Lo abrazo y lo beso rápido y un policía le entrega mis cosas. Vuelvo a la galera y me la paso durmiendo, despertando y fumando toda la noche. Le convido mitad de cigarrillos a mis compañeros. Durante la noche entran tres personas más. El drogado caga y todos se quejan del olor. Los policías cambian de turno y el jefe de policías que llega me pide que salga y lo acompañe a una salita. Me invita a sentarme en un sillón y me pide que me relaje. Me dice que entiende que mi situación es distinta a la de los otros, que hice algo por estupidez humana y sin ninguna maldad o necesidad. Me quiebro y lloro un poco. Me siento bastante sensible y cansado y ya quiero irme a mi casa. El jefe de policías me dice que si hago las cosas bien puede darme beneficios, como usar su baño o fumar sus cigarrillos. Me ofrece uno y lo acepto y fumamos juntos. Le agradezco. Le pregunto cuánto tiempo más tengo que estar ahí y me dice que todavía no pasaron ni veinte horas. Me pide que no comente nada de lo que acaba de decirme y me hace entrar de nuevo en la galera. Nos dice a todos que antes del desayuno van a venir a limpiar la celda. Cuando se va, el que tenía cigarrillos pero ya se le acabaron me dice que guarde bien mi cajetilla para que no me la saquen. Veo que adentro está su encendedor. Me la guardo en el bolsillo. Nos hacen pasar a otra celda mientras limpian la nuestra. La señora de limpieza dice a los gritos que la celda tiene colillas y cenizas y que está buscando el encendedor con el que tuvimos que prender los cigarrillos y no lo encuentra. Nos hacen salir de a uno para revisarnos. Cuando me llaman a mí, saco el encendedor y me lo meto en el bóxer. Me obligan a sacarme la ropa menos el bóxer y revisan mi pantalón y ven la cajetilla. Me preguntan dónde está el encendedor y les digo que no tengo, que los cigarrillos sí son míos pero que nunca tuve encendedor. Me hacen poner la playera, bajar el bóxer a la mitad de mi cadera y hacer sentadillas. Al principio no pasa nada pero después de cinco se cae el encendedor, por el movimiento. El jefe de policías nuevo me dice que se siente estafado y decepcionado y que acabo de perder todos los beneficios de los que me había hablado. Nos pasan a todos a nuestra galera y me quedo en silencio sin hablar con nadie, mirando minutos enteros a las cucarachas que caminan de un lado a otro de la pared, sin rumbo. Me siento angustiado y triste. Después de un rato abren y me piden que salga, me dicen que hay una persona del Ministerio Público que quiere hablar conmigo. El empleado del Ministerio Público me dice que afuera está mi novio y que hablaron con él y que existe la posibilidad de pagar una fianza para que me dejen libre. Me pregunta cuál es mi condición en México y si mis papeles de residencia son legales y le digo que sí. Me dice que entonces sería solamente cuestión de pagar e ir al consulado a verificar que todo está en regla. Me dice que sino tendría que ir al reclusorio a esperar mi sentencia, que en general no pueden tener gente tanto tiempo ahí porque se atasca. Le pregunto cuánto dinero es el que me está pidiendo y me dice que él cree que con unos 25,000 MXN estaría bien. Le digo que no tengo ese número. Me pregunta si llego a 20,000 MXN y le digo que no. Me dice que se la estoy haciendo difícil. Me pregunta cuánto puedo conseguir. Le digo que 15,000 MXN. Me dice que está bien, que se los pida a Alonso junto con mis documentos y que intente transmitirle la urgencia. Le agradezco y le pregunto su nombre y no me lo quiere decir. Se va y me hacen pasar a la salita en la que estuve antes con el jefe de policías, en donde está Alonso. Me dice que tuvo que decir que era mi novio porque sino no lo dejaban pasar. Lo abrazo, me hace bien sentir un poco de su calor. Le explico lo que tiene que hacer, dónde puede encontrar el dinero y mis documentos y me dice que no me preocupe, que él se encarga, que se pidió el día. Le pido que avise en mi trabajo que tuve un inconveniente y que no voy a poder ir, le explico cómo desbloquear mi teléfono y a quién escribirle y qué le tiene que decir. Me deja una torta de pierna de cerdo, un paquete de galletas Emperador sabor chocolate, un paquete de churritos, un conejo de chocolate y una botella con agua. Nos abrazamos un rato más hasta que un policía nos dice que se terminó el tiempo de visita. El policía revisa lo que me trajo y me dice que no puedo entrar con la botella con agua a la galera porque puedo usarla para cortarme y me hace vaciar el líquido en una bolsa de plástico transparente y hacerle un pequeño agujero en una esquina para tomar por ahí. Antes de hacerme entrar le pide al resto que salga y nos da los cuernos rellenos y la naranja y el Boing de uva que corresponden al desayuno. Como nervioso y me pongo a meditar para intentar relajarme y dormir. Me la paso toda la tarde, o lo que creo que es la tarde, porque ya no sé, esperando novedades de Alonso. Pienso que le di indicaciones bastante claras sobre lo que tenía que hacer y que ya debería haber llegado y ya me deberían haber liberado. Como el conejo de chocolate y comparto el resto de las cosas con mis compañeros, que van cambiando porque algunos llegan y otros salen. En un momento el jefe de policías nos dice al drogado y a mí que tenemos que ir a declarar. Nos esposa el uno al otro y nos hace subir. Veo al del Ministerio Público que me dijo lo de la coima y le pregunto cómo va avanzando todo, le pregunto si mi novio ya se acercó a él. Me dice que sí, que estuvo hace un rato pero que fue a averiguar y al final no pudo hacer nada para ayudarme. Me dijo que le devolvió el dinero a Alonso pero no le confío. Me angustio. Paso a declarar. El empleado me hace leer mis derechos y me hace algunas preguntas sobre mis datos personales. Me dice que se enteró que pertenezco a la comunidad LGBT+ y que si quiero me puede dar una hoja extra de derechos que me corresponden por eso. Les digo que sí porque quiero tener más derechos. Me pregunta si quiero declarar y me dice que tengo la opción de decir que no y le digo que no. Me hacen esperar mientras declara el drogado y nos esposan juntos y nos llevan hasta el médico. El médico me pregunta si quiere que me revise y me dice que tengo la opción de decir que no y le digo que no. Me hacen esperar mientras revisan al drogado. Una policía me pregunta qué hago ahí, me dice que estoy muy lindo y güero para estar pasando por eso. Le digo que hice una estupidez. Me pregunta si estoy arrepentido y le digo que sí. Me dice que voy a aprender una buena lección. Sale el drogado y nos vuelven a esposar y nos bajan a la galera. El resto está haciendo fila para otros cuernos rellenos y otra naranja y otro Boing de uva. Nos meten en nuestra celda e intento meditar para tranquilizarme y dormir para que pase el tiempo. Me despiertan para decirme que ya no puedo estar en el Ministerio Público y que me van a llevar al Reclusorio del Norte. Me esposan a otra persona y nos hacen subir y esperar bastante tiempo esposados entre nosotros en unas sillas incómodas. La policía de hace rato me saluda y me desea éxitos. Nos hacen subir a un patrullero. Viajamos con dos policías. Recorremos Insurgentes escuchando Lana del Rey en la radio. Veo en la pantalla del auto que son las dos de la mañana. Llegamos y tenemos que esperar un buen rato a que abran las rejas y nos dejen entrar. Nos bajan del auto y nos sacan las esposas. Nos hacen esperar hasta que llegue más gente. Hace muchísimo frío. Hacen entrar a cuatro personas más y nos ordenan que nos saquemos toda la ropa menos el bóxer y la ponen en una bolsa. Nos dan ropa color beige. A mí me dan un pantalón que me queda muy corto y una sudadera con capucha. Nos hacen poner en fila y caminar con la mirada baja, agarrándonos del hombro del de adelante. Nos hacen entrar a un edificio y esperar a que nos revise un médico. El médico me pregunta si quiere que me revise y me dice que tengo la opción de decir que no y le digo que no. Espero a que revisen al resto y nos hacen seguir caminando en fila hasta bajar a un espacio en el que nos piden que nos saquemos toda la ropa. Nos bañan con una manguera con agua helada. Hay unos jabones y nos obligan a limpiarnos. Nos dan tres toallas y nos tenemos que turnar para usarlas. A mí me toca una que ya está toda mojada y casi no seca. Me hacen volver a poner mi bóxer y el pantalón que me queda chico y me sacan la sudadera con capucha y me dan una pechera que me da mucho frío a los costados del cuerpo. Uno de los policías me dice que tener frío es efecto de no haber pensado bien antes de haber hecho lo que hice. Me dice que la ropa del reclusorio no es para güeros como yo. Nos hacen caminar hasta las celdas. Son dos y estas sí tienen rejas. Ya hay como diez personas durmiendo arriba de colchonetas y mantas. A los seis que llegamos no nos dan nada, nos dicen que ya no hay nada con qué abrigarnos. Nos reparten entre las dos celdas. Nos acostamos en donde podemos, entre las otras personas. Hace muchísimo frío y siento cómo mi cuerpo no se queda quieto. Intento meditar para dormir pero se me hace imposible concentrarme en algo que no sea la temperatura que siente mi cuerpo. Paso minutos enteros mirando a la nada, perdido. Al rato vienen los policías y dicen que mejor van a sacar todos los colchones y mantas y despiertan a los que están durmiendo y se llevan todo y se van. Hace tanto frío que con los de mi celda nos ponemos a hacer ejercicio para entrar en calor. Hacemos sentadillas y planchas y lagartijas. Nos colgamos de las rejas y estiramos y hacemos abdominales. Un chico me dice que ojalá no me dejen preso porque con la linda colita que tengo me voy a convertir en la novia de varios. Me dice que le dé prioridad y me hace sentir muy incómodo, aunque está lindo. Vuelven los policías y nos dicen que van a empezar a trasladar gente al juzgado para las audiencias. Llaman a dos personas. Después de un buen rato llaman a otras dos. Los que quedamos seguimos haciendo ejercicio. Medito muy poco hasta que escucho que vienen a buscar a otros dos más y nos dicen que ya el juzgado está lleno de gente. Nos dicen que como es viernes vamos a tener que esperar hasta el lunes para que nos llamen. Siento cómo me empieza a faltar el aire. Trato de detener mi cerebro. Trato de que deje de funcionar. Ya no puedo seguir así. No me imagino estando tres días más ahí adentro. Voy a volverme loco. De la desesperación, empiezo a arrancarme los pelos que identifico como los más largos de mis brazos. Sigo con los de las piernas. Me arranco también los de la barba. Me causa placer sentir el dolor, sentir algo más que la incomodidad y el frío. Me acuesto en el piso en posición fetal. Me dan ganas de llorar pero me da vergüenza. Miro fijamente un punto hasta que se pone borroso. Vuelven los policías y nos hacen salir y nos dicen que nos van a llevar al juzgado. Me doy cuenta que solamente están jugando con nuestras mentes pero mi mente está tan cansada que ya no sé qué pensar. Nos ponen esposas y nos hacen esperar sentados. Nos sacan de a dos. El policía que nos lleva me pregunta qué hice y le digo que robé en Walmart Buenavista. Caminamos por el mismo camino por el que entramos. Nos hace ir con la cabeza baja. Ya es de día. Me pregunta de dónde soy y le digo que soy argentino. Me dice que voy a tener la audiencia y me van a deportar por haber robado en otro país. Me dice que no está seguro si en la Argentina me van a poner preso o no, pero lo que sí me puede asegurar es que nunca más voy a poder volver a entrar a México. Me dice que debería haber pensado bien antes de haber hecho lo que hice. Cuando llegamos a la salida, nos hace entrar en una camioneta que en la parte de atrás tiene dos bancos, como en las películas. Nos libera una mano de la esposa y con esa esposa nos agarra al banco. No se ve nada para afuera. Viajamos un buen rato hasta que llegamos al juzgado y nos hacen bajar. Nos hacen pasar a una salita de uno por tres metros en donde hay otras dos personas. Se ven bastante asustadas. Nos dicen que están esperando hace rato. Trato de relajarme y medito bastante hasta que un policía me busca para ir a ver al médico. Es la primera vez que la médica es mujer y es la primera vez que no me preguntan si quiero que me revisen o no. Me pregunta qué hice y le cuento. Me reta, me dice que de todo se aprende, que se nota por mi cara que soy buena persona y que lo hice en un momento de estupidez. Me pongo a llorar con muchas ganas, con las ganas que me estaba aguantando. Le digo que ya no soporto más, que no sé qué va a pasar, pero que mi cabeza ya me está jugando malas pasadas. Me dice que me quede tranquilo, que todo va a estar bien. Me abraza y yo la abrazo y me cuesta soltarla. El policía me dice que ya me tiene que llevar a mi audiencia y caminamos hasta el salón en donde va a llevarse a cabo. Es un espacio grande con un atril para el juez y un lado para el acusado y otro para el acusador, como en las películas. Una señora se presenta como mi abogada y me hace sentar en mi lugar. Me dice que las personas que están del otro lado son el apoderado legal de Walmart Buenavista y su abogada. Me dice que ya hablaron y llegaron a un acuerdo. Me dice que van a pedirle a la jueza que mi sentencia sea pagar lo que me estaba robando, no poder salir del país por seis meses, tener que ir al juzgado a firmar una vez por mes durante ese tiempo y no acercarme a Walmart Buenavista a menos de doscientos metros. Me pregunta qué me parece y le digo que está bien. Me dice que si cumplo con todo desaparecen los cargos. Me relajo mucho al escuchar eso. Me explica ciertas formalidades como que me tengo que parar cuando entra la jueza, que nunca tengo que dejar de mirarla a la cara, que tengo que tratarla de “Su señoría”. Me explica qué tengo que responder ante ciertas preguntas. Me doy vuelta y veo entrar a un chico bajo, moreno y con algo de barba y sentarse de mi lado del salón pero como tengo la vista cansada tardo en darme cuenta que es Alonso. Me saluda con la mano y yo intento sonreírle pero estoy tan cansado y asustado que no me sale. Entra la jueza y empieza la audiencia. Los abogados dicen una y otra vez cómo fueron los hechos y no aguanto la vergüenza de pensar que Alonso está escuchando todo. Los repiten cada vez que hacen una afirmación sobre algo. La jueza me hace preguntas y yo respondo lo que me dijo mi abogada, siempre acompañado de un “Su señoría”. Me da gracia tener que decir eso pero no me sale la risa. Mi abogada le explica a la jueza el acuerdo al que llegaron con la otra parte. La jueza dice que le parece insuficiente, que seis meses es muy poco. La abogada de Walmart Buenavista dice que ella está de acuerdo con esos términos y la jueza dice que entonces está bien y golpea su mazo contra su atril y dice que la sesión se terminó. Siento mucho alivio y paz. El policía me dice que me tiene que acompañar a una sala y que tengo que esperar ahí hasta que el notario tenga lista el acta. Caminamos hasta la sala. Adentro hay unas veinte personas. A muchas de ellas las conozco del Ministerio Público o del Reclusorio del Norte. Está el de los perfumes y el que me dijo que que le dé prioridad. Todos estamos mucho más relajados y hasta sonreímos. Los que no me conocen me preguntan qué hice y uno les cuenta que soy “El media vaca” y asienten. Hablamos un rato sobre las injusticias sociales y sobre la gente que realmente necesita robar para sobrevivir, para alimentarse y alimentar a su familia. Algunos me invitan a sus casas, me explican dónde viven o dónde tienen su puesto en La Lagunilla. Algunos dicen que como dieron nombres falsos saben que salen y no tienen que cumplir con ninguna condena. Me recomiendan hacer eso la próxima que me pase pero sé que no me va a volver a pasar. Nos van llamando de a uno para salir. Cuando me llaman a mí, me dan mi acta y me dicen que tengo que volver al día siguiente para mi primera firma. Les digo que sí y por primera vez en más de cincuenta y cinco horas salgo a la calle sin esposas o sin que un policía tenga que estar custodiándome. Hay un grupo de mujeres esperando ansiosas a ver quién sale. Una señora me pregunta si soy argentino y le digo que sí. Me dice que ella es la mujer de otro que está adentro y me lo describe como el que me dijo que le dé prioridad. Me dice que estuvo esperando con mi novio pero que se tuvo que ir. Me ofrece su celular para llamarlo y saco de mi tenis sin cordones el papel en donde había anotado su número. Lo llamo y me dice que tuvo que volver a trabajar pero que nos encontremos en treinta minutos en la puerta de mi edificio. Estoy cerca así que voy caminando. Siento el aire fresco en mi rostro y respiro muy fuerte. Siento que mi cara da miedo a la gente que pasa cerca mío. Llego a la puerta y espero a Alonso. Me da un abrazo muy fuerte y subimos a mi departamento y me prepara una torta de pierna de cerdo. Me saco la ropa de la cárcel y la meto en la basura. Me doy una ducha con agua bien caliente y como la torta, aún sintiéndome extraño. Le pido a Alonso mi celular y contesto algunos mensajes de mi familia, digo que me había olvidado el teléfono en el trabajo y que ya lo recuperé. A la gente del trabajo que me escribió preocupada le digo que el lunes les cuento bien qué pasó. Tengo un mensaje de Dulce Delicia preguntándome qué onda, si nos vemos para el concierto, y me acuerdo que tengo entradas para ir a ver El Guincho. Le digo a Alonso que me gustaría ir un rato y me mira confundido. Me pregunta si estoy seguro y le digo que me haría bien despejarme, que no quiero estar encerrado. Me acompaña hasta Indie Rocks y entro y tomo dos cervezas, una tras otra. Pasan casi dos horas y El Guincho todavía no toca y Dulce Delicia no llega y me siento muy cansado y llamo a Alonso y le digo que me voy a ir y le pregunto si tiene ganas de venir a dormir conmigo. Me dice que sí. Nos encontramos a mitad de camino y caminamos en silencio y cuando llegamos a mi departamento nos desnudamos y dormimos abrazados por casi quince horas.  


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